lunes, 15 de abril de 2013

Demagoxia


     [...]  Parece evidente que la noble actividad de la política ha dejado de ser una vocación de servicio, para convertirse en una carrera de acaparación del dinero y del poder.  [...]  Para que esto ocurra -como ha ocurrido, como está ocurriendo- es preciso oscurecer antes la noción de bien común.  [...]  
     [...]  Aristóteles llama "demagogia" a la degeneración del bien común; [...] el objeto de un gobierno degenerado es la consecución de intereses particularesUn gobierno que satisface intereses particulares -y la satisfacción de intereses particulares siempre se logra a costa de erosionar el bien común- es perverso por naturaleza; pero, para ocultar la perversión en su naturaleza, las demagogias de nuestro tiempo -mucho más sofisticadas que las que conoció o pudo imaginar Aristóteles- satisfacen simultánea o consecutivamente muchos intereses particulares, de tal modo que su suma proyecta un espejismo de satisfacción del bien común.
     [...] Decía Quevedo que la envidia está siempre amarilla porque muerde pero no come.  Y lo mismo les ocurre a las sociedades en manos de demagogos, convertidas en un emjambre de intereses particulares en liza que nunca dejan a nadie satisfecho, porque basta que se satisfaga uno para que el vecino se considere agraviado; y satisfaciendo al vecino solo se logra agraviar al que primeramente se satisfizo, y así hasta la descomposición de la propia sociedad, que desposeída de la noción de bien común se convierte en una demogresca de sucesivos intereses particulares que nunca se sacian del todo.  En medio de esta turbamulta de intereses particulares en constante expansión y competencia, el político corrupto se desenvuelve como pez en el agua: una vez que has logrado corromper a la sociedad, amputando de su horizonte espiritual toda noción de bien común y enviscándola en una reñida pugna por la consecución de diversos intereses particulares, los intereses propios del político corrupto pasan inadvertidos e incluso pueden resultar "legítimos", tan "legítimos" como cualquiera de los intereses particulares en liza.  Divide y vencerás, reza el adagio; siembra la discordia entre los que deberían permanecer concordes y podrás permitirte el lujo de gobernar en provecho porpio.
     [...]  ahora que sufrimos las vacas flacas, ante la imposibilidad de seguir satisfaciendo la turbamulta de intereses particulares que hicieron posible su hegemonía, los demagogos se tropiezan con una sociedad en un estado creciente de irritación, resacosa de materialismos anestesiantes, que busca, furiosa y desnortada, culpables.  Y entonces aparece una generación nueva de demagogos que consuela a la gente haciéndoles creer que en la persecución de los demagogos antiguos se halla el remedio a sus males.
JUAN MANUEL DE PRADA, Demagogos, XLSemanal, 24-3-2013.

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