jueves, 11 de septiembre de 2014

Por amor, de Juan Manuel de Prada.

  
  ...Antoine de Saint Exupéry, sirviéndose de un diálogo entre el protagonista [de El principito] y un zorro, nos explica que la única manera verdadera de amar no es otra sino dedicarnos con paciencia al objeto de nuestro amor, porque solo se puede amar aquello que se conoce, aquello que hemos modelado con nuestras manos, aquello que hemos cuidado con paciencia y veneración.  El zorro le pide al principito que lo domestique, pues de ese esfuerzo nacerá el verdadero amor entre ellos; y esta enseñanza, una vez asimilada por el principito, le hará luego decir al principito, dirigiéndose a unas rosas engreídas que se creen las más hermosas del mundo:  "Sois bellas, pero estáis vacías.  No se puede morir por vosotras.  Sin duda que un transeúnte común creerá que mi rosa se os parece.  Pero ella sola es más importante que todas vosotras, puesto que es ella la rosa a quien he regado.  Puesto que es ella la rosa a quien puse bajo un globo.  Puesto que es ella la rosa a quien abrigué con el biombo.  Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté (salvo las dos o tres que se hicieron mariposas).  Puesto que es ella la rosa a quien escuché quejarse, o alabarse, o aun algunas veces callarse.  Puesto que es ella mi rosa".
     Creo que en la raíz de muchos de nuestros fracasos vitales se halla esta ausencia de amor abnegado y cuidadoso a las cosas, que es lo que las hace conocidas y únicas.  El amor que el zorro le enseña al principito ha sido sustituido por un amor compulsivo, ofuscado por brillos y oropeles que deseamos poseer de forma inmediata: los hombres han dejado de hacer las cosas con sus propias manos y se las compran a los mercaderes, dice con tristeza el zorro al principito; y aquí podríamos añadir otras muchas expresiones de este amor ofuscado y urgente: el idilio que nace de un deslumbramiento y oscurece una incompatibilidad manifiesta de caracteres; el oficio elegido a tontas y a locas, por una expectativa de triunfo social o económico inmediato, que nos aparta de nuestra verdadera vocación, a la que tendríamos que haber dedicado mucho tiempo, tal vez a cambio de una recompensa social o económica exigua...  Me atrevería a decir, incluso, que en la exaltación de ese amor vitalista y urgente, hecho de pulsiones y arrebatos, y en el desprestigio y execración del amor paciente que nace de regar cada día nuestra rosa y abrigarla y matar pacientemente sus orugas se cifra una de las estrategias principales de destrucción de nuestra humanidad que se libran en el mundo moderno.
     Según esta estrategia destructiva, amar consiste en tomar posesión de algo o de alguien, en adueñarnos de lo que está a nuestro alcance para colmar nuestras expectativas o suplir nuestras carencias o saciar nuestros anhelos; e inevitablemente, cuando no conseguimos la reciprocidad, nos sentimos decepcionados, doloridos y maltrechos.  

                              JUAN MANUEL DE PRADA, Por amor.  XL Semanal, 7-13 de septiembre de 2014.


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